La Víspera

No necesito efemérides, rituales y conmemoraciones para la evocación, tu recuerdo es inmanente. No necesito fotos que te traigan a mi presente, sería una deslealtad a tu memoria. No necesito momentos congelados en el tiempo que fraccionen una vida porque la tuya, en mí, sigue entera.

Hay quien dice que “La víspera es lo que aportamos a cada día que vamos viviendo, la vida es acarrear vísperas como quien acarrea piedras, cuando ya no podemos con la carga se acaba el transporte, el último día es el único al que no se le puede llamar víspera.”

En una fecha como la de hoy, nueve meses atrás, por cuestiones inescrutables Diego ya no pudo con la carga, anuló la víspera y tomó un camino diferente.

Ese lector incansable, ese trabajador incesante, ese pensador brillante y original que era mi hijo, dejó la piedra al costado del camino y el desconcierto en mi corazón.

No es fácil, pero mi obligación como padre es levantarla y acarrear con ella hasta que yo tampoco tenga nada para aportar ni vísperas para gastar.

En mitad de diciembre del año pasado conté en este blog que sumido en la impotencia, mi homenaje a su memoria fue plantar un Lapacho: el árbol de la vida, en ese entonces una rama endeble con unas pocas hojas, en la plaza donde solía jugar de niño.

Como lo hago desde aquel momento, es frecuente que me acerque a su verde para charlar un rato de las cosas que nos pasan. Y en esas charlas me hizo ver algo que pasó en estos cuatro meses. Aunque dejó la piedra, una vez más su tenacidad se cargó al hombro la tarea. Sin ser todavía el árbol frondoso que llegará a ser, ya luce su estirpe.

Tengo la esperanza de llegar a una víspera donde lo vea más alto y más fuerte, cobijando algún nido entre sus ramas, dando nueva vida a la vida, y aunque tengo todavía mucho por andar, llegará el momento en que yo también deje mi piedra al costado del camino para emprender el viaje hacia donde nos encontremos para siempre.

Amén