Eósfora

Hace un tiempo, en este blog, hablaba de La Víspera (https://luisdoval.wordpress.com/2021/04/28/la-vispera). Hoy, se cumplen tres años que Diego no está y no es la víspera lo que me ocupa sino su antónimo.

Después de leer La Búsqueda, dónde el autor relata las vicisitudes que ha debido afrontar en los cincuenta años que lleva buscando el cuerpo de su padre asesinado por la dictadura de Pinochet, estoy en una situación similar a la de Cristóbal: no pude saber más nada sobre la muerte de mi hijo y lo único que me queda por delante es seguir transitando el duelo y tratar de cerrar la herida.

Comparando ambas situaciones me vino a la mente la crueldad de aquéllos que saben qué pasó con quién ya no está, pero lo ocultan. Supuse que piensan –si es aplicable el verbo– en una venganza transitiva,que conlleva a un odio transitivo.

Lo poco que rescaté de mis cogitaciones es que la herida no cierra y no es posible hacer el duelo por el que se ha ido. Esto vale para los que sufrimos en el desconocimiento y para los que se regodean en el odio o la cancelación.

Como siempre, la sabiduría ancestral me trajo algo de calma. Según el Siddharta Gautama: «el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional» y es verdad, el sufrimiento tiende a diluirse con el paso del tiempo. El dolor, como el del miembro fantasma, permanece inalterable.

Diego Doval for ever

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